Dalia Walker: ‘La magia necesita de la confianza’
A los 18 años, Dalia Walker ya estaba iniciada en los cristales y empezaba su carrera esotérica como un incipiente hobby. Después de un largo recorrido con una escala en el mundo del cine que duró años, hoy es la dueña de Fe, una tienda esotérica que se convirtió en una comunidad.
Cuando eras chica, ¿qué querías ser de grande? Vedette. Te lo juro. Una vez le pregunté a mi mamá qué decía yo que quería ser cuando era chica y me dijo “vedette”. No sé, me gustaban Susana Giménez, Moria, las plumas… Mi abuela veía esas cosas y yo pasaba mucho tiempo con mi abuela.
Igual estuviste un poco en el rubro, laburaste en producción de cine y estuviste ahí en el backstage, pero es todo lo opuesto a estar expuesta como una diva… ¿Por qué decidiste estudiar producción? Yo amaba el cine. En realidad, yo quería estudiar Psicología y cuando me iba a anotar en la carrera de Psicología descubrí que existía la carrera de Cine. Yo me anoté a distancia, vivía en San Martín de los Andes. Entonces era medio raro, fui sin saber. Todo el mundo viajaba, venían a Buenos Aires a investigar. Mi vieja no tenía un mango en ese momento porque estábamos con el tema del corralito y demás, y me dijo “bueno, querida, vos elegí más o menos y fijate, suficiente con que te vas a ir a vivir a Buenos Aires”. Y ahí cambié, vi el programa de la carrera y me coparon todas las materias y me anoté a distancia. Apenas empecé me encantó y me apasionó. Flasheé y era como la misión de mi vida: “yo voy a trabajar de esto aunque sea difícil”. Fui y lo logré.
“Si tu deseo está alineado con tu propósito, sucede, porque hay algo mayor que necesita que eso suceda”
¿Y cómo fue la transición de eso, que era la misión de tu vida, a Fe? Logré de a poco ir insertándome en el laburo y conseguí buenos trabajos, un lugar que me gustaba mucho, y después me empecé a cansar de la parte de trabajar a las 3 AM por un rodaje, cargar el camión… La de producción es la primera en llegar y la última en irse. No estaba bueno. A los 18 años empecé con los cristales y a leer el tarot. Era algo que hacía como hobby, por ahí le leía a alguien en mi casa. Hice cursos y cosas, pero como hay gente que hace cerámica o teatro. Yo lo hacía por mi lado y siempre me gustó. Cada vez fue tomando más protagonismo y me fui metiendo más y más, hasta que un día decidí que quería abrir un local. Fue a partir de una nota que me hicieron en la revista OhLalá contando que leía tarot en bares. Después la gente del bar me dijo no podía leer ahí porque era ilegal. Es algo que siempre fue sospechoso. En ese momento, una amiga, Marina Fages, tenía una disquería en el Patio del Liceo. Quedamos en que iba a leer en su disquería y a los dos días me llamó y me dijo que se había liberado un local al lado del suyo, que por qué no lo alquilaba. “Nah, estás flasheando”. Yo trabajaba todo el día en una oficina, nada que ver. Al final, lo pensé dos minutos y dije “bueeeeno, para leer el tarot y ver qué onda…”. Tenía una amiga con la que hacíamos estas cosas, la convencí y arrancamos.
¿Y son socias ahora? No, fuimos socias cuando abrimos y dos años del proyecto. Después ella se abrió. Lo que pasó fue que yo dejé mi trabajo y me puse a full con esto y algo que empezó como un juego, re chill, que era un par de horas dos veces por semana. Yo, que soy medio manija, me metí a full y ella no estaba para esa, y nos separamos. Igual nos separamos bien. Le dedicábamos espacios distintos en la vida: para mí era mi trabajo, lo que yo quería hacer y llevarlo de una cierta manera. Es muy loco, igual, porque sin ella yo no lo hubiera podido hacer. Fue muy importante.
Entonces la transición de cine a esto fue bastante gradual, no es que un día dijiste “largo todo”. En realidad, un poco sí, porque me echaron del trabajo, básicamente. Yo estaba muy en cualquiera cuando abrí Fe, dejé de poner la energía en el laburo porque estaba poniéndola en Fe. Y en ese momento en la productora me preguntaron si quería seguir trabajando ahí y yo decía que sí, muy ciega. Ahí me echaron y con la plata que me pagaron me fui a un viaje iniciático en Venezuela con unos brujos en una montaña, que fue muy sarpado, con un grupo de trabajo energético liderado por Cristóbal Jodorowsky, el hijo de Alejandro. Cuando volví sí fue un cambio radical, porque dije “OK, esto es lo único que tengo. O me va bien o me muero de hambre.” Seguía haciendo por ahí algunos freelos, pero ya no me daban nada de placer, los odiaba. ¿Viste cuando hay algo que decís “no puedo hacerlo más”? Por más de que había un montón de guita y con el tarot estaba ganando dos pesos, no lo pude soportar más. Y así fue que lo dejé. Fue gradual, pero no.
¿Y ahí fue más o menos cuando hablaste con Marina, que te diste cuenta de que no estabas flasheando? ¿Vislumbraste lo que podía ser Fe? Abríamos tres veces por semana cuatro horas, teníamos una grilla de terapias y no sé qué, y le decía a mi marido “¡No está lleno de gente!” y él me decía “¡Pero abriste hace un mes y estás vendiendo estampitas, ¿cómo querés que esté lleno de gente?” y yo “¡Esto no está funcionando! ¿Cómo no está funcionando?”, “No, no es que no esté funcionando, tiene un ritmo.” Hay algo en mí que sabía que iba a funcionar sí o sí, pero lo que yo quería que estuviera pasando en ese momento le llevó seis años al proyecto. Abrimos en mayo de 2012 y recién hace dos años dije “este es el proyecto que estaba buscando”.
También venías de trabajar en producción, donde se manejan tiempos ilógicos, con mucha ansiedad y mucho acelere, proyectos mucho más cortos. Una película se hace en meses o, como mucho, un año, pero amasar un proyecto durante 4 o 5 años para una persona que viene de trabajar a un ritmo híper manija es un montón. Sí, además la película se termina, pero esto no. Yo estaba acostumbrada a trabajar con presupuestos que empezaban y terminaban. Había conocimientos que servían y otros que no. El productor sabe hacer. Jime, que es la directora general de Fe, es productora. Cuando le pregunté si quería trabajar conmigo me dijo “Pero yo no sé manejar una empresa” y yo le dije “Vos sabés hacer cosas, ejecutar”. Y, nada, es una genia. En dos meses le sacó la ficha al toque.
Hablando de que algo suceda… Leyendo tu libro, se nota una nitidez y una claridad para definir que no es frecuente en el mundo esotérico, que es mucho más ambiguo o laxo en algunas cosas. En el tarot, por ejemplo, de una misma carta dos personas pueden hacer lecturas distintas. Hay muchas interpretaciones posibles, pero en tu libro encontré mucho pragmatismo. Dicho eso, ¿cuál es la diferencia para vos, entre un sueño y un deseo? Para mí el sueño es algo que no tiene tanta forma, algo más lejano. Un deseo es algo sumamente concretable. Yo, posta, hoy en día creo que nada es imposible. Yo llevé eso a un nivel muy sarpado, escribí mi libro… A veces lo que me pasa supera hasta lo que a mí se me ocurre. Entonces en serio no hay un límite. Yo siento que un deseo es eso. Si tu deseo está alineado con tu propósito, sucede, porque hay algo mayor que necesita que eso suceda. Es un milagro que exista Fe y que funcione y siga funcionando a pesar de todas las cosas que pasaron en el medio. Creo que empezamos con el dólar a cinco pesos, no sé cómo explicarte. Eso no tiene que ver solo conmigo o con todos los que trabajan acá, que se esfuerzan un montón. Tiene que ver con algo mayor, tiene que ver con que uno esté haciendo lo que tiene que hacer.
“Femenino no es mujer y masculino no es varón. Femenino es receptivo, cóncavo, interno, blanco. Masculino es activo, hacia afuera, negro, penetrante”
Si tuvieras que elegir una carta de tarot que refleje tu presente, que estás donde querés estar, ¿cuál sería? Si la tuvieras que elegir vos en lugar de que la carta te elija. Hoy, para mí, estoy en un momento que lo asocio con la carta de La Estrella. Es estar dando algo muy sincero de uno. Lo más sincero y transparente que hice en mi vida es el podcast que hago con Jime y con Lau, que se llama Concha Podcast. Nos sentamos ahí y salió un nivel de honestidad muy gracioso, directamente. Tuvo un feedback buenísimo y no entendemos qué es lo que funcionó, porque no hicimos absolutamente nada para que suceda nada. No forzamos nada. Para mí La Estrella es eso, es una carta que está desnuda, arrodillada y se está brindando al río de la vida. Yo siento que estoy en ese momento, dando algo muy esencial. La Estrella da, para bien y para mal, porque el problema que tiene es que da de más. A mí todo me gusta, todo me fascina, me prendo a todo. Hago, hago y ahora estoy aprendiendo de La Estrella a elegir adónde me brindo o con quién me brindo.
¿Qué te gustaría decirle a tu hija pero sentís que todavía no deberías? Mis padres no me hacían creer en Papá Noel, me daban mucha data. Creo que la idea de base está buena, pero quizás estaría bueno regular según el momento educativo. Tiene que haber cierto velo. No le ocultaría nada, sólo regularía para abrir su psiquis e ir acompañando su desarrollo. Vamos a ver qué va pasando cuando va pasando, porque con la maternidad lo que me pasa es que uno cree que las cosas van a ser de una manera y después estás en ese momento y hacés lo que te sale. Uno deja de ser lo que es, es otra cosa después, distinta. Una cosa mejorada, para mí.
¿Qué rituales practicás periódicamente? El ritual que no dejo de hacer nunca es lavarme la cara. Además, incorporé hacer ejercicio todas las semanas, porque ahora le estoy poniendo mucho el cuerpo físico a lo que hago y siento que necesito estar más enraizada. Es muy loco que la gente te reconozca, te pida fotos. Que alguien se emocione cuando te ve produce algo muy fuerte a nivel mental y estructural del ego. No quiero dejar de hacer ejercicio porque me siento mucho mejor y mucho más segura, me trae a la realidad. Me recuerda que eso es parte de mi trabajo, es un personaje y ocupa una parte de mi vida, no toda mi vida. Además, es un momento que es solo para mí. Mi trabajo es para otros, ser madre es para otro, ser mujer es un poco para otro, pero eso es solo para mí.
¿Qué hay en tu caja de herramientas? Literal y metafóricamente. Mi caja de herramientas es el tarot. Y es la mejor caja de herramientas que uno puede tener. Siempre hay un mazo cerca. En mi casa tengo, en mi trabajo tengo un mazo, y tengo un mazo portátil que en este momento no lo tengo en la cartera, pero hay siempre un mazo dando vueltas en mi vida. Con el tarot realmente podés lograr cualquier cosa, así que es una caja de herramientas infinita.
¿Querés contarnos algún ejemplo concreto de algo que el tarot te haya ayudado a destrabar? Gracias al tarot existe Fe. Cambió mi vida y hay un montón de gente a la que Fe le cambió la vida. Además de hacerme conocer gente, amigos, literalmente viajar por el mundo, tener un maestro, escribir hasta ahora dos libros, este mundo salió del tarot. Por eso te digo que es una caja de herramientas mágica. Para mí fue sarpado lo que generó el tarot en varias aristas, porque lo generó desde el sentido físico, después desde ayudar al otro en sesiones, enseñarlo, traer gente que complementa eso con otras disciplinas…
Es un espacio multidimensional, una comunidad, de alguna forma. Sí, ese fue el objetivo de Fe: generar un lugar de encuentro para todos los que les gustan estas cosas que hace casi ocho años no existía.
Estaba casi mal visto, había todo un prejuicio en torno a lo oculto como si fuera algo malo. Nos echaban del bar, literalmente. La verdad es que hace casi ocho años la percepción de esto no es la misma que ahora, y creo que en parte nosotras tuvimos que ver. Eso es muy sarpado, cambiar algo.
Totalmente. El hecho de que tu libro lo haya publicado Monoblock y que le esté yendo súper bien… Hay toda una inserción de eso en lo mainstream o en algo mucho más popular, difundido y hasta cool. Sí, obvio, está medio de moda. Hay gente que me pregunta “Che, ¿no te molesta que lo que estás haciendo esté de moda?” y yo prefiero que estén intentando o logrando leer el tarot que, no sé, tiñéndose el pelo, cualquier cosa que quizás no es tan profunda o tan constructiva. Las modas pasan. Entonces, si es una moda, pasará de largo, y al que le gusta lo adoptará para siempre. Me parece una moda muy saludable, como la moda de la alimentación más natural o salir a correr. Son modas que están buenas. Lo importante es que sea algo que construya.
“No tocaría el pasado ni de casualidad. Es perfecto como es”
Además, tanto tu libro como el local y sus clases ayudan mucho en esa visibilización. No sé si a que se ponga de moda, pero sí a que más personas sepan que existe. El propósito también fue acercarlo a gente de nuestra edad, de nuestra generación. Es gente que quizás le gustaba o le interesaba pero no sabía cómo aproximarse. Entonces acercar los mundos y acortar distancias está buenísimo. De hecho, el libro nuevo [El tarot como llave, Editorial Grijalbo, 2019] tiene que ver con eso: es una forma de enseñar tarot explicada más amable o con amor. No existe un libro como este. Eso para mí es un aporte enorme al tarot en general. Hoy venía en el auto y me puse a llorar porque en un momento dije “¡¿Qué está por pasar?! ¡Va a pasar algo muy groso!”. Me siento muy honrada de ser el canal, de ser posibilitante de que el tarot se explique de una manera nueva. El tarot como una conciencia que viene desde el 1700 no es algo que yo inventé o saqué de la galera. Es algo muy sarpado, que tiene su propia inteligencia y yo creo que elige afinidad de con quién trabaja o con quién se revela. Y yo me siento muy honrada de eso. Igual el libro no es mío solo, es de la escuela de Fe.
Cuando hablás de la escuela de Fe, ¿a qué te referís? Fe tiene tres grandes áreas de desarrollo: una es la parte de la tienda, que son los productos; la escuela, que enseñamos tarot y astrología, tenemos cursos regulares y seminarios intensivos… Todo esto existe desde que abrió Fe, empezamos siendo ocho en una salita chiquitita y ahora tenemos más de 200 alumnos por mes. Y después tenemos la parte de sesiones, donde la gente puede venir y hacer tarot, la carta natal, leerse las manos, etc. El libro viene de las clases. Son clases que di yo con Luciana Potenza, que es una de las profes. Estas clases se desgrabaron, se editaron y después el texto fue enriquecido con otros contenidos.
Está buenísimo que tenga también la interacción con el alumno, porque quizás vos sentada en tu casa te pones a escribir y no sabés en qué parte el alumno te va a preguntar algo. Es super actual, está vivo. Para mí en diez años el libro hay que volver a hacerlo. Esto va a marcar lo que hoy la gente necesita del tarot, viendo el tarot de una cierta manera con la conciencia de este momento. Después es otra cosa. Como algo histórico.
Como los manuales escolares…¡Claro! Es una buena forma de verlo: es interesante porque refleja algo de un momento en particular.
Y hablando de momentos y de marcar un hito. ¿Qué consejo le darías a la Dalia de 18 años? Ninguno, que siga flasheando porque no cambiaría nada de mi historia. Cero. Todas las mierdas que me pasaron, que la pasé muy mal, imaginate: yo era una cheta de Florida que iba a un colegio privado con uniforme, me creía Britney Spears, y de pronto 2001, apocalipsis zombie, nos fuimos a vivir al medio del campo. Fue muy duro para mí irme a vivir al sur. Después pegué la buena y, de hecho, mis amigas de hoy en día son más mis amigas del sur. Mi vida cambió gracias a eso. ¡Pero yo no le diría nada! ¡Cero! Si viajo en el tiempo y me la encuentro no le digo nada. No tocaría el pasado ni de casualidad. Es perfecto como es.
No, para nada, habla de tu recorrido. Cero arrepentimientos. Total. Es más: las peores cosas, menos las cambiaría. Gracias a las peores cosas mejor estoy hoy.
Muchos de los YUKIs están atravesando su primer retorno de Saturno, ¿querés contarnos un poco qué es y algún consejo o anécdota de tu experiencia personal? Cuando nacés, Saturno está en un lugar y tarda 28 años en dar la vuelta entera. Entonces, cuando pasa por el mismo lugar donde estaba cuando naciste, te marca muy fuerte tu estructura. Es como un renacimiento en relación a lo que representa el planeta, que es la estructura, el deber ser, el tiempo, el padre, todo lo que son los límites. Yo empecé Fe a los 28 años. Es como si todo lo que pasó hasta ese momento me hubiese preparado para lo que iba a ser. Eso es para mí. Tranquilos, que la vida posta empieza a los 28 años, lo que verdaderamente te gusta. En esa etapa sos muy sincero, porque lo que no es se cae.
“Que a vos te moleste y hagas como que algo no existe, no quiere decir que no exista”
A partir de tu libro y tratando de imaginarme cómo es tu vida, ¿cómo hacés para vivir relajada y con espontaneidad sabiendo todas las fuerzas que influyen en lo que te pasa –los planetas, las energías de otras personas…? ¿Cómo hacés para vivir en la Matrix con la pastilla roja? [Risas] Es insoportable el exceso de información. Es como vivir de ácido o ayahuasca todo el día, no se puede. Uno va a buscar más información a esas herramientas cuando necesita un adicional. Uno empieza, con su propia energía y atención, a abarcar un montón de cosas. Es un músculo, en realidad. Esa es la paradoja y es la paradoja de Matrix también, que es: lo único real es lo que existe. Y vivir en la verdad te hace estar más cerca más de la materialización porque estás habitando la realidad. Ahí es cuando empezás a percibir el todo. Después, si necesitás más, abrís el tarot. Yo sé qué herramienta sacar para qué cosa. Es algo que usás en un momento puntual para ir más profundo aún. No siempre es lindo, porque te quedás solo, en un sentido, o empezás a ver cosas de los demás que no te gustan y tenés que convivir con eso.
Cuando hablábamos de que hace un tiempo todas estas prácticas y herramientas estaban mucho más segregadas o apartadas y mal vistas, en parte puede ser que ese prejuicio venga del miedo a saber o a abrir esa puerta. Sí, en un sentido si conectás con eso y eso conecta con vos, no podés salir. Es un camino de ida. Vos te podés tomar la pastilla azul, pero siempre vas a saber que estás en la pastilla azul y si ya sabés que existe la roja, no tiene sentido. Produce miedo, pero la información es poder.
¿De qué tema creés que la sociedad no está hablando lo suficiente? Sobre el aborto. Estamos rompiendo el velo de que eso no sucede. Sucede. Deberíamos hablar más de eso y de las distintas elecciones sexuales. Que a vos te moleste y hagas como que algo no existe, no quiere decir que no exista. Todo eso existe. El aborto existe, las múltiples elecciones sexuales existen y las distintas formas de vínculos (abiertos, cerrados) existen. Y no van a dejar de existir porque la gente no les dé lugar.
En tu libro hablás sobre los dioses y las diosas, las energías femeninas y masculinas. En una época en la que el género es cada vez más una construcción, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de energía femenina y energía masculina? Femenino no es mujer y masculino no es varón. Hay que despegarse de eso. Por eso a mí no me cuesta concebir todo ese otro mundo del que estábamos hablando. Femenino es receptivo, cóncavo, interno, blanco. Masculino es activo, hacia afuera, negro, penetrante. Yo, incluso, creo que soy más masculina que femenina, y me ves y seguramente digas que soy muy femenina. No tiene que ver con el género, tiene que ver con un comportamiento energético.
En tu libro también citás al hinduismo diciendo que no puede haber creación sin destrucción. Si ahora tuvieras que destruir algo para crear otra cosa, ¿qué destruirías y qué crearías con eso? Justo ahora está naciendo mi libro nuevo y yo siento que algo de Bruja Moderna tiene que morir para que nazca el libro nuevo. No es que deje de existir Bruja Moderna, pero fue algo hasta acá, y ahora entra otro personaje. En este momento, para mí, hay algo de eso que tiene que morir para transformarse en otra cosa. Es interesante porque morir no quiere decir dejar de existir, sino cambiar de estado. Estoy en ese proceso. Es fuerte para mí, también, que salga algo nuevo con lo que identificarme, pero a la vez me da mucha felicidad.
Ping pong:
- La magia es… vivir.
- La creatividad es… magia.
- Ser joven es… falta de experiencia.
- ¿Día o noche? Noche.
- ¿Agua o fuego? Fuego.
- ¿Aire o Tierra? Aire.
- ¿Una película? Cualquiera de Almodóvar.
- ¿Un libro? La novela luminosa de Mario Levrero.
- ¿Un mimo? De mi marido.