Rigoberta del Tesouro “Todo el mundo debería creer en sí mismo más que en todo lo otro.”
Oriunda de San Martín de los Andes, al terminar el colegio, Rigoberta se vino a vivir a Buenos Aires donde ya vivían su hermana y sus abuelos. Cuando vivís en el interior, el momento de elegir una carrera para estudiar se torna clave. Rigoberta eligió Indumentaria, hoy mirando hacia atrás piensa que tal vez debería haber elegido Escenografía.
“Siempre fui súper artística, de chica me compraba arcilla y hacía esculturas y pintaba. Tenía esa necesidad de hacer, todo el tiempo.”
Esa necesidad de expresar, de reflexionar, de hacer con las manos la acompañó desde chica y si bien entre sus hermanos, primos o padres no hay artistas, descubrimos que los bisabuelos de Rigoberta pintaban. Quizás venga de ahí….
¿Cómo definís lo que haces? Hago joyería, hago vestuario y dirección de arte. Hago escenografía y realizaciones.
A los 2 años de llegar a Buenos Aires ya se dio cuenta que no le gustaba la indumentaria que la gente usa en el día a día, lo que a ella le gustaba tenía más que ver con lo teatral, fue así que se inició en la realización de vestuario.
“Me gustaba hacer una pieza única para una persona en particular o situación en particular. Y que esa pieza tuviera un trasfondo enorme de cosas que tenían que verse reflejadas.”
Rigoberta se dio a si misma su nombre, dejando atrás el nombre que sus padres eligieron para ella:
¿Cómo surge el llamarte Rigoberta del Tesouro? Es bastante personal… podemos verlo como algo más mágico o místico, algo que me bajó. Me resonó adentro.
¿Quién fue la primera persona que creyó en vos? No sé si tuve una persona. Mi abuelo, cuando era muy chica, si bien vivían acá en Buenos Aires y nos veíamos poco, mi abuelo siempre me incentivó.
A los 8 años, Rigoberta descubrió que una amiga de su mamá pintaba con espátulas, y tomando eso como una ‘referencia cercana’ pidió para su cumpleaños que le regalaran todo el set para pintar con oleos: “Yo quería agarrarme de algo que tuviera que ver con el arte.”
Hasta su adolescencia, tuvo un fanatismo cultivado por recolectar ramitas y piedras de la playa a orillas del lago, y separarlas y clasificarlas por sus formas, colores, proveniencia, etc. Cuando la cantidad de latas era significativa, su madre discretamente empezó a deshacerse de algunas, pero Rigoberta sabía, las tenía todas en su memoria.
¿Cómo empezaste? Empecé haciendo coronas y vinchas con elementos raros como animales. Las usaba para mí y me preguntaban en la calle, después de que me pasara con bastantes personas dije: necesito formar algo con esto, darle forma, y ahí se concretó la marca. Después empecé a hacer colecciones anuales y colecciones para locales. Tiempo más tarde me picó el bichito de la joyería. Hoy viéndolo en perspectiva, a mis 18 años tendría que haber empezado por ahí, pero creo que no hubo feedback en el ambiente, si te dicen ‘no’, no sabes hasta qué punto seguir tirando para el mismo lado. Desde hace 4 años que estudio joyería. Ahora estoy estudiando cincelado. Trabajar el metal es algo que me apasiona demasiado.
¿Cómo sos con tu trabajo? Con lo que es mi trabajo, mi pasión, soy obsesiva. No me gusta que me invadan ni que metan mano.
¿3 características que hablen de vos? Soy detallista, soy un poco colgada (conozco gente muy colgada y me doy cuenta que lo mío no es para tanto), tengo mucha memoria visual pero me cuesta retener nombres y fechas. Todo me entra por el trabajo manual, tengo una necesidad de hacer cosas con las manos todo el tiempo.
¿Qué conservas del sur? No sé si es algo específico que se puede describir. La gente del sur tiene algo súper particular. Tienen algo energético diferente. Si no hubiera nacido en el sur no sería la persona que soy.
¿Un aroma de la infancia? Tengo miles, porque todo lo quiero oler. El olor de mi abuela, mi maestra de primer grado también, me lo re acuerdo.- EL olor a leña y a tierra mojada es muy de allá.
¿Cuál consideras que fue el mayor desafío en tu camino como artista? Afrontar a mi familia, que entiendan lo que hago. Sigue siendo un desafío, pero de a poco lo van entendiendo más.
¿Cuál es tu estado mental/emocional más frecuente? Alegre en líneas generales.
¿Algo que te aburra soberanamente? Leer creo. Me gusta el hábito de leer pero no duro demasiado.
¿De qué se nutre tu creatividad? De observar. Es una conjunción de todas las vivencias diarias de una persona que inconscientemente se mezclan y hacen que baje otra información, decodificada de una manera diferente.
“El registro de las cosas que pasan y lo que a uno más le llega o resuena tiene que ver con un estado particular propio en ese exacto momento, un segundo y medio después quizás ya no es. Por eso nos resuenan algunos unas cosas y a otros otras.”
¿Una cualidad que te reconozcas? Soy buena para escuchar.
¿Un gran maestro y qué te enseñó? Mi terapeuta. Me enseñó de todo. Ella hace terapia alternativa, y me enseñó muchas cosas nuevas como también me ayudó a entender ciertas cosas que me pasaban, cosas que a uno le pasan que quizás no tienen que ver con la manera en que educaron.
¿En qué cree Rigoberta del Tesouro? En mi misma. El año pasado tuve un año recontra difícil a todo nivel, y creo que después de eso, como el Ave Fénix, uno resurge. Y resurgís aprendiendo de todo eso. Todo el mundo debería creer en sí mismo más que en todo lo otro. Porque en definitiva, es uno.
¿Cómo manejas la exigencia? Colapsando. Me sobre exijo demasiado. A la exigencia del otro, yo le sumo una carga del 70% y me empiezo a creer cosas que no son. Eso no está bueno.
¿Cuál dirías que es tu fuerte? Mis manos.
¿Un ritual que tengas? Leer el horóscopo todos los lunes.
¿Cómo describís tu estética? No siento que tenga una estética definida. Siento que hago cosas que me bajan del universo, que las quiero hacer y las hago. Tampoco me siento que mi forma de vestirme o las cosas que elijo tengan un estética definida. Seguramente quien me ve, me encasille, pero yo no me siento definida.
¿Cuál es tu mejor plan? Comer.
¿Una comida? Un queso de tofu que hago, arroz Yamaní y zapallo.
¿Una pregunta recurrente? La muerte.
¿Un lugar? Tengo un lugar que siento mi lugar en el mundo que es en un cuadro que mi abuelo me regaló: es una laguna en el medio de unas montañas y tiene una palmera. Cuando lo veo siento que me meto ahí.
¿Un ritmo? El dancehall.
¿Una frase de cabecera o lema que tengas? Estar conectado con el presente.